lunes, 24 de mayo de 2010

y nariz indiscreta, poco más que decir

he hecho un enlace figurado (recurso que me acabo de inventar, así, porque si) y he titulado mi entrada de hoy con una frase de una canción de uno de los elementos de mi última entrada: don Sabina, el artesano. Lo digo por si acaso, que luego no me metan en la cárcel. Si hay que pagar, se paga.

Hoy hablaré de la princesa de la nariz hiperactiva, con permiso de Mrs Telecino, de la Bestia de cuento de hadas, que ocupa el trono de los que han elegido aposta ser los desamparados de esta sociedad: Kate Moss.

Kate Moss fue descubierta a la tierna edad de 14 años por la mandamás de una agencia de modelos. Deduzco que por aquella época era una niña guapa e inocente, una Bella con sonrisa traviesa. Sin embargo, el mismo mundo que le proporcionó la abundancia hizo que dentro de sí fuese creciendo poco a poco la Bestia. Es lo que hay: los humanos somos de naturaleza débil, luchamos (casi todos) constantemente por mantener dormida o a raya a esa bestia que crece dentro de nosotros. Algunas veces lo logramos con éxito, otras la sacamos a pasear como si de un perrito feucho se tratase, incluso jugando con ella. Aparte de débiles, somos necios.

Y así fue Kate Moss. Jugó con el lado salvaje de la vida, con su salud, tanto física y mental, hasta que ya no era más Bella. Había alimentado tanto a la Bestia que ahora ésta campaba a sus anchas por todos lados. Y evidentemente, cuando una Bestia hace vida en Inglaterra, aparecen nuestros amigos los tabloides amarillistas, que le dan de comer más y más, haciendo que crezca como una bola de nieve. Muchos han llegado al punto de la Moss y se han quedado en el intento (y no sólo personas mediocres, también grandes Bellas y Bellos) pero ella ha podido salir. ¿Porqué? Con el peligro que tiene ser una Bestia fea en un mundo tan hipócrita como el de la moda!

Yo aún no me lo explico. Tampoco lo entiendo, ni lo encuentro justificable. En este sentido, soy muy extremista: si alguien ha llegado a la cima de la montaña y se ha entretenido en vez de ser un poco humilde y disfrutar de la vista, no merece esa abundancia, no merece esa belleza. Merece ser una Bestia durante el resto de sus días. Aún así, entiendo que Kate Moss continúe siendo Bella y Bestia a la vez, cuando ha conseguido, por suerte o mérito propio, poder guardar a su Bestia en una jaula y sacarla a pasear cada noche cuando nadie mira, para al cabo de unas horas seguir siendo Bella otra vez.

En fin, Kate, te mereces un novio poeta, como dice la canción de Sabina con la que he titulado esto.



NOTA: no sé muy bien que digo en esta entrada. Es mi último tema, y la primera que escribo aquí directamente y sin apenas repaso. Por eso me he permitido el lujo de divagar un poco en mis pensamientos. La reflexión está hecha, aunque se refleje aquí en una mezcla de conceptos metafísicos de andar por casa.

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