El siglo XX nos trajo consigo grandes dictadores, grandes genocidas y, porqué no, grandes artistas. Algunos han estado siempre asociados a la imagen de loco genial y algo cool, como nuestro querido Salvador Dalí o bien Andy Warhol, del artista depresivo, triste y callado, como es el caso de Edward Munch o Annemarie Schwarzenbach, (algún día hablaré más profundamente sobre ella, una persona que me fascina), o bien uno de los ejemplos más actuales: el niño rico aficionado al formol Damien Hirst.
Son unos de los pocos ejemplos de artistas que podemos considerar fuera de lo común, personas que se saltan las normas sociales y que imponen sus propios estilos de vida de forma tan inverosímil que hacen que nos cuestionemos incluso su estado mental. Su relativa o total demencia es bastante palpable. Las drogas, el dinero y unas inquietudes artísticas que hacen que el sujeto sienta las pasiones más que el resto de humanos suelen ser las causantes de dichos resultados.
¿Es el artista un enfermo mental? La pregunta se puede plantear al revés, o puede dar pie a una nueva pregunta: ¿Qué entendemos por enfermo mental? ¿Quién decide donde está el delgado límite que separa la locura y la cordura?
Para mí, no todos los artistas están locos. Por algún extraño mecanismo, del que quizá tiene la culpa Disney, siempre he asociado locura con diversión, y la diversión es una forma deliciosa de felicidad y de despreocupación por la realidad y por los demás. Algunos artistas se ajustan a este modelo, otros no me inspiran nada, ni siquiera pienso que sean felices. No diré nombres debido al gran número de visitas que recibo y el poder de presión que ejerce mi blog sobre la sociedad occidental, si lo hiciese podría desestabilizar el mundo que conocemos. Debo ser discreta. Otros artistas, simplemente son geniales, divertidos y felices sin estar locos, al menos para mí. Y esta vez si que diré nombres: Juanjo Saez es un buen ejemplo para mi última referencia.
Así que no. No todos los artistas son locos, no todos los locos son artistas. Sin embargo, locos hay en todas partes, incluso en las mejores familias, y quizás la demencia de los artistas destaca más, porque ellos mismos, todo lo que hacen o dicen, destaca más que lo que hagan o digan el resto de la sociedad. Porque eso es ser artista: destacarte, que se te vea y se te oiga por encima del vulgo gracias a tu genialidad.
Una cosa es cierta: hay distintos grados de locura, no me voy a explayar más en esto, porque no tengo ni idea de psicología, así que no voy a correr el riesgo de hablar de lo que no sé, pero todo el mundo sabe que la enfermedad mental, como toda enfermedad, presenta distintos niveles. Hay locos violentos, locos simpáticos, locos inquietantes, y locos geniales. Los artistas locos entran dentro del grupo de locos pragmáticos: aprovechan su tara para hacer algo creativo y puede que así crear un regalo para la humanidad.
Así que hay que estar agradecidos a esos artistas locos, que en vez de dedicarse a clavar hachas en puertas, hacer agujeros y sacar la cabeza mientras su mujer grita (porqué será que siempre que pienso en un demente me viene la imagen de Jack Nicholson en algunas de sus películas más terroríficas?), se dedican a meter vacas en formol, escribir novelas y hacer fotos o pintar cuadros.
-'La única diferencia entre un loco y yo, es que el loco cree que no lo esta, mientras que yo se que lo estoy'. Dalí.
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