miércoles, 24 de febrero de 2010

banksy, el van gogh urbano

Mi primer contacto con Banksy sucedió en verano de 2007, en una librería parisina (que bien queda eso eh!). No hablo de un contacto directo, que más quisiera, poca gente puede tener el lujo de afirmar que ha conocido a uno de los anónimos más famosos de las polis europeas. El caso es que, durante un viaje de turismo a París inspeccioné una moderna librería y allí encontré un libro que mostraba fotos de Bansky junto con frases en inglés. La que más me llamó la atención fue una en que se veía esta foto y con el lema “Conversations don't get any better as you get older”.

Cuando volví a Barcelona, hice mi tarea de búsqueda, y tiré de la única y verdadera Sagrada Biblia: la Wikipedia. Allí me enteré del juego de escondites y misterios en el que participaba el artista -y sí, utilizo esta palabra con total conocimiento de causa- británico, y su figura me impresionó todavía más. Desde entonces, Banksy me apasiona. Y lo hace porque admiro su forma de protestar: sin violencia, sin voz, por lo que sus manifestaciones no caerán en la perdición que posee toda protesta hablada: el grito. Los graffitis de Banksy invitan a la reflexión, hacen que el tonto deje de soltar tonterías y se calle un poco, piense, y quizás se vuelva así más listo. Para mí, los graffitis de Bansky en las distintas ciudades que los acogen son uno de los elementos más bellos ilustrando las paredes. ¿O no preferís esto antes que un anuncio de Coca-Cola?

Podría, y tengo muchísimas ganas, de hablar de los elementos y del lenguaje simbólico de Bansky: el antimilitarismo, los niños, y ese espíritu liberal que muestra jugando con elementos conservadores y convirtiéndolos en algo totalmente progresista, dando como resultado algo bizarro, como esa imagen en que dos bobbies se lian. Pero tengo que contestar a la siguiente pregunta: ¿Los graffitis se pueden considerar arte?


Difícil pregunta de difícil respuesta, tanto que no creo que quepa en una entrada de blog. Yo diría que depende. Depende de lo que consideremos arte y de lo que consideremos graffiti. Si pensamos en el arte desde su punto de vista más clásico, entenderemos que es algo que no puede llegar a las masas. Si entendemos graffiti como una firma para marcar un territorio como si de un perro en su paseo vespertino se tratase, sabremos que eso no es más que un niño rebelde que se ha comprado un spray. Ninguno de estos dos conceptos puede hacer que arte y graffiti vayan de la mano.

Recuerdo cuando iba al cole, los nenes malos de la clase se dedicaron a llenar todo el barrio de Sarrià con las siguientes iniciales: DCA. Eran tres letras rojas, puestas como si fuese una firma, sin ningún dibujo, sin ninguna filigrana y bien pequeñas. Nos dijeron al cabo de un tiempo: “esas siglas significan Decoramos la Ciudad con Arte”. Todavía pienso hoy que el arte en ese caso brillaba por su ausencia y que esos niños sólo buscaban sentirse orgullosos de haber marcado su barrio.

Ahora pienso que quizás esos chavales aspiraban a algo más que poner unas siglas, que de verdad sentían inquietudes artísticas y que estaban aprendiendo a hacer un graffiti de verdad. Veo algunos graffitis cerca de mi casa que me emocionan de lo bien hechos que están. Algunos son de protesta, otros simplemente ilustrativos, pero todos poseen una belleza y un poder que me emocionan. Algunos han sido borrados, pero todavía me acuerdo de ellos. Recuerdo uno que vi en Tenerife, en el cual salía una tele y una frase “atención, peligro, arma de destrucción masiva de cerebros.” Esa imagen me sacó una sonrisa hace ya muchos años, y creo que nunca se me olvidará.

¿Eso no es arte? Claro que lo es! En mi vocabulario personal, si emociona, provoca sensaciones y permanece vivo en la memoria de los que lo ven, un graffiti es arte. Nunca publicarían un libro con las firmas DCA, pero ha salido más de uno con las obras de Banksy, justamente para homenajear el trabajo bien hecho, y la reflexión que conlleva y provoca.

Los graffitis, los que están bien hechos, son arte. Y es un arte especial, una de las pocas formas artísticas dedicadas al pueblo llano, sin el cinismo, esnobismo o prepotencia que existen en las élites artísticas de hoy en día. El graffiti es un arte especial, un arte inviolable, perenne y puro. ¿Porqué? Pues porque no puede salir a subasta.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Penélope is different, made in Spain.

Puede que algún analista de markéting americano pensara eso hace unos años cuando el nombre de Penélope Cruz empezaba a sonar en Hollywood, en aquella época en que la crítica destrozaba Vanilla Sky y la española empezaba un romance con Tom Cruise. Quizás ese mismo analista pensó que el mito de Jennifer López como representante de las latina sexys y con curvas estaba empezando a decaer, y que tocaba cambiar de cara morena y bonita, y llegó a la conclusión que una española representando al mundo latino era una novedad.

Así empezó Penélope Cruz, haciendo de rica colombiana, loca y mala malísima que enamoraba y arruinaba la vida personal de Johnny Deep en Blow, y poco a poco se fue haciendo hueco entre el star system con otros papeles de latina, como la chica mexicana metida a asaltadora que interpretó junto con otra sex-symbol morena, Salma Hayek, en una película que pasó sin pena ni gloria, llamada Bandidas.

Hasta que llegó Woody, Vicky Cristina Barcelona, de nuevo, haciendo de adinerada con tintes de locura y excesiva mala leche, pero esta vez con una variación: interpretaba a una española con nombre más propio de un culebrón venezolano que no una barcelonesa auténtica y, por fin, el Óscar.

Desde el primer momento que he nombrado hasta el último acontecimiento pasó toda la primera década del 2000. Diez años en que vimos a Penélope en Estados Unidos, donde no encajaba muy bien. No es que los otros la mirasen mal por se diferente, sino que representaba ese exotismo mono, que hace sonreír a los demás seres perfectamente encajados, y que existe en todos los micro-sistemas sociales, siempre correcto políticamente. Y desentonaba porque ningún actor o actriz anglosajón, comedidos y educados ellos, perderían la compostura a la hora de presentar un Óscar y darse cuenta que lo ha ganado un amigo y compañero de profesión muy cercano. Quizás sonreirían más de lo necesario, pero al decir el nombre del ganador en ningún momento subirían la voz más decibelios de lo necesario. Todo lo contrario de lo que hizo Penélope, dando rienda suelta a su pasión y su arte español, cuando berreó, en compañía de su alter ego masculino Antonio Banderas, ese PEDROOOOOO que tan presente esta en nuestro baúl de los recuerdos común.

Así, Penélope se fue fraguando la imagen de lo que por ahora es archiconocida: una mujer con fuerza, de armas tomar, con pasión, carácter (a veces quizá demasiado, o eso parecen insinuar los papeles que suele interpretar), dominante ante los hombres, poderosa y morena. No es una muñequita rubia inglesa, ni posee la elegancia de las francesas, o la belleza comedida de las asiáticas. Es española, diferente, para los americanos. Pero, ¿y para los españoles? ¿Penélope nos representa? Físicamente quizás sí, es difícil encontrar en este país a alguien con unos rasgos excesivamente diferentes a los de ella, pero, ¿Y el carácter? Ese carácter que nos han querido vender los productores, esa personalidad que muestra ante toda la aldea global que es hoy el planeta tierra, ¿Se ciñe al modelo de española?

Una vez leí en una guía de viajes que España es el país con índice de violaciones más bajo de Europa, porque socialmente se tiene un enorme respeto a la mujer. Me pareció falso y demagogo, pero, ¿Porqué una guía de viajes, destinada a extranjeros que se dirigen a nuestro país a respirar los tópicos, mostraría indirectamente a la mujer española como una leona con carácter que se hace respetar y saca las uñas ante los hombres cuando es necesario? Claro que hay mujeres así, pero aquí y en todos lados, como también existen españolas dóciles, o, que sé yo, suecas con carácter.

Los tópicos son divertidos, pero falsos. Casi siempre buscan una forma física para manifestarse. Esta vez le ha tocado a nuestra Penélope, producto 100% Made in Alcobendas, hace diez años era Antonio Banderas, y quién sabe, quizás la próxima en representar a los morenos/toreros sea Paz Vega. Los tópicos son inevitables, porque la humanidad los legitima constantemente. Y ya que no se pueden eliminar, pienso que mejor que recaigan en una imagen positiva, en una cara bonita con un poco de mal carácter, que no en algo negativo. En fin, así será mientras Penélope siga con sus demostraciones pasionales que se salen un poco del protocolo, y siga vendiendo en Los Ángeles ese viejo cuento de Spain is different.

introducción

Creo hoy mi nuevo blog. Aunque ya tengo uno personal, este estará dedicado totalmente a una asignatura de mi carrera, periodismo especializado en cultura, y a los temas que el profesor José María Perceval nos vaya presentando a lo largo de las semanas. En breve publicaré mi primera entrada, que tratará sobre Penélope Cruz y como representa a la típica y tópica españolita en particular y latina en general.